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«No soy chef, solo soy un padre al que le gusta cocinar». Conversamos con uno de los creadores culinarios más cercanos y queridos de las redes sociales. Desde su naturalidad y sentido del humor, nos recuerda que nunca es tarde para reinventarse… ni para cocinar un buen cocido madrileño.
¿Cómo empieza tu historia con la cocina en redes?
Fue por aburrimiento, sinceramente. A mí nunca me gustó la tele, y mientras mi mujer veía programas de corazón, yo me entretenía subiendo fotos de lo que comia a internet. Un día un amigo me dijo por Facebook: «Deja de subir solo la foto y pon la receta también, que así la hacemos». Y pensé, ¿por qué no?
Y ese “¿por qué no?” se convirtió en una comunidad enorme. ¿Te imaginabas este impacto?
¡Qué va! A día de hoy me sigue sorprendiendo. Que me paren por la calle para hacerse fotos o para decirme “gracias por enseñarme a hacer lentejas” es algo que nunca pensé que viviría.
Muchos jóvenes cocinan gracias a ti, pero tú empezaste en redes con más de 40. ¿Cómo viviste ese salto digital?
Yo nací en los 70 y no me siento mayor. ¡Tengo 52 años pero la actitud es joven! No hay edad para empezar nada, y menos algo que te gusta. A veces me preguntan cómo ganar dinero en redes, y siempre digo lo mismo: no empieces para ganar dinero, empieza porque te gusta. Yo estuve cinco años sin ganar un euro… ¡porque ni sabía que se podía!
¿Cuál crees que es tu clave para conectar con tanta gente?
La naturalidad. Soy como ves: cercano, sin filtros, sin postureo. Me río de mí mismo y me gusta hablar con la gente. No me creo nada por tener seguidores. Yo soy un currante, como cualquiera. Y la clave está en el cariño que le pongo a lo que hago.
¿Te ha cambiado en algo la popularidad?
Nada. Sigo siendo el mismo. Me levanto, cocino, grabo, edito… Y lo disfruto igual que el primer día. Esto no me ha cambiado, solo me ha regalado momentos muy bonitos.
¿Alguno que recuerdes especialmente?
Un día, en el cumpleaños de mi hija, fui a un restaurante de comida rápida y la chica de la caja me reconoció. Se fue corriendo y volvió con el móvil: “Es mi marido, habla con él que no se cree que estás aquí”. Y allí me ves, hablando con su marido mientras la gente hacía cola detrás.
¿Qué les dirías a los que creen que cocinar es difícil?
¡Que se pasen por mi blog!. Cocinar no es difícil. Hoy, por ejemplo, he preparado unos garbanzos con pulpo y langostinos en 25 minutos. Más saludable, imposible. Comer bien no es cuestión de tiempo, es cuestión de querer.
¿Cuál es tu plato favorito?
El cocido madrileño. Me encanta cocinarlo, pero de verdad, con tiempo, mimo y buenos ingredientes. Nada de meter todo en la olla a presión. Mi cocido tarda unas seis horas.
¿Y hay algo que no puedas comer?
No soporto la morcilla. Ni de pequeño ni ahora. Aunque he aprendido a amar los pimientos y hasta los quesos fuertes, la morcilla sigue siendo mi kriptonita.
¿Tienes un sueño con “La cocina de Masito”? ¿Una meta concreta?
Ninguna. No tengo ambiciones con esto. Quiero seguir compartiendo recetas, seguir disfrutando y que la gente cocine conmigo. Nada más. Si mañana alguien aprende a hacer un plato gracias a mí, ya he cumplido mi objetivo.
¿Y si viene un jeque árabe y te ofrece un millón de euros por tu perfil?¿De qué color quiere el lazo?
El perfil soy yo, no la cuenta. Así que sí, se lo vendo, y luego me hago otra, porque Masito no está en un nombre de usuario: está en mí.
Desde su autenticidad y buen humor, Masito ha logrado lo más difícil en el mundo digital: conectar desde lo humano.
Sus recetas, sí, son deliciosas. Pero su mayor ingrediente es otro: el cariño.